«A principios de septiembre fue mi cumpleaños y los compañeros de la oficina me regalaron un bono de sesiones de rayos UVA. No se explicaban cómo, después de pasar dos semanas en la playa, había vuelto aún más pálido. La razón era muy sencilla: les mentí; no me había movido de mi casa.»
Para seguir leyendo pincha aquí